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sábado, 22 de enero de 2011

EL PRECIPICIO...

Le he dado mis mejores palabras a la noche, la enfermedad y la muerte. De esa combinación no salen amistades muy buenas, pero desgraciadamente si duraderas. Ecos que se repiten entre dos montañas y el alma al filo de uno de ellas. ¿Cómo puedes salir de ese barranco cuando si miras al frente el vacío te escupe el parloteo dicho entre las dos cumbres?
No puedes retroceder, es un juego en el que sólo se avanza y el paisaje que dejaste a tu espalda no se presenta más agradable que la lejanía que adviertes después del barranco. Haces de una inestable llanura un lugar en el que vivir. Pero los aires traen consigo voces del pasado, heridas aún abiertas que deben de curarse, guerreros muy malheridos a los que debes de atender, pero tu sigues mirando esa montaña, y te ciegas en ese camino. El egoísmo ha conseguido de ti un escudo con brechas a tu cara. Prosigue entonces, porque a pesar de no haber elegido ese camino, no escoges otro que te encuentras o que abres a tu alrededor...