... El Sexo Contado Por Las Mujeres.
Lucia Etxebarria. “La Estirpe de Saturno”
“…La gente se engancha a cualquier cosa cuando no sabe estar a gusto consigo misma. Se engancha al alcohol, o a los porros, o a la coca, o a los chats, o a las blogs, con tal de no quedarse a solas con una persona que no soportan: la que llevan dentro. De ahí que tantos busquen como locos una manera de salir de sí mismos, de escapar a esa desbandada de ideas que se persiguen unas a otras, en pandemónium, por la cabeza y que amenazan con volverte loco.
La gente también se engancha al sexo.
Y eso porque, como todo el mundo sabe, el sexo puede proporcionar esta ilusión de dejar de ser. En muchos casos, da una impresión de fusión, con lo que uno cree que deja de ser uno mismo, una entidad autosuficiente, para pasar a ser parte de otro. Y en otros casos hace que uno sienta que abandona el propio cuerpo, que trasciende a otra dimensión. Especialmente, todos los que han practicado el sadomasoquismo insisten en este fenómeno, en ese perderse en el vértigo del instinto, en el hecho de que experimentaban una especie de escisión, una salida de sí. Quizá porque delegaban la responsabilidad de sí mismos en otro, el que ejercía de amo o ama, que era el que tomaba las riendas. Otra explicación que se baraja a menudo tiene que ver con la neurología: al parecer, las terminales nerviosas que nos hacen experimentar dolor y placer son las mismas y en momentos de excitación intensa estas sensaciones se confunden, de la misma manera que llegamos a confundir el frío y el calor extremos, y nos parece a veces que el hielo quema. Por eso hay quien se levanta después de una apasionada noche de amor con el cuerpo cubierto de moratones y no recuerda ni cómo se los hizo, porque experimentó placer en lugar del dolor que habría sentido si los golpes los hubiera recibido en una pelea en lugar de en el transcurso de un lance amoroso. Y por eso cuando se juega a alternar el dolor y el placer hay quien entra en una especie de trance muy parecido al del consumo de una droga, y puede escuchar por fin, con claridad meridiana, la voz precisa del silencio. Pues bien, yo he vivido eso…”
Este relato pertenece al libro "Lo que los hombres no saben. El sexo contado por las mujeres de Lucia Etxebarría VVAA autoras."
Un libro sobre sexo y más sexo.
Una obra dividida en varios cuentos que aborda la sexualidad femenina. El hilo argumental del libro será conducido por Lucía Etxebarria. En la línea de Ya no sufro por amor (publicado en MR), nos encontramos en esta ocasión frente a un libro que plantea un estudio directo y sin tapujos del complejo mundo de la sexualidad femenina. El hilo conductor serán los relatos eróticos de varias autoras (Silvia Grijalba, Eugenia Rico, Marta Sanz, Lola Beccaria, Espido Freire, Andrea Menéndez Faya, Cecele, Inma Turbau, Silvia Uslé, Maria Frisa y Coché Echarren) comentados por Lucía Etxebarría.
El libro se presentó el pasado 18 de abril, y aprovechando que es el día mundial del libro he querido daros una refencia de una autora, que desde mi punto de vista, sabe tocar con un lenguaje directo y renovador, sin dejar de ser poético y que en ocasiones te hace decir: " cuánta razón tiene", los temas de nuestra actualidad.
Os copio otro de los relatos, la sensualidad y el erotismo están servidos en bandeja. Al guna vez os copiaré otros, me servirán cuando no tenga ideas para escribir.
Lola Beccaria. “Déjate Hacer”
“…Lo cierto es que su cuerpo vibraba, aferrada a aquel potente remo humano. Caminaba erguida, y los brazos se le tensaban solos, en un imperceptible movimiento desde la clavícula hacia afuera; aquel alegre arqueado estiraba la piel de forma que hacía brillar sus hombros desnudos con juvenil apariencia. Y cuanto más vibraba la cuerda ósea y muscular, más se hacía presente la sustancia física de que estaba compuesta. Sentía el roce de la ropa, las gomas de su breve tanga se clavaban en la fisura de sus nalgas, y la tela se le había colado en el estrecho canal de la entrepierna; aquel triángulo prieto le presionaba en mitad del pubis a cada paso que daba y la hacía estremecerse poseída por un aliento oculto, íntimo.
Tras la euforia de la desfachatez en público, que la embriagaba y la había empujado a invitarlo a subir a su casa al término de la cena, la congoja de estar a solas con él.
Una vez arriba, había empezado el baile sin mediar palabra. Él abrazaba, besaba, intentaba desabrochar o desnudar sin éxito, acariciaba con ordenado mimo las partes de su cuerpo al descubierto. Ella se revolvía, sin saber por qué. No era una resistencia activa, sino un arrastre mental, la demora del no convencimiento íntegro. De pronto se reía sin saber qué hacer, intentando darse tiempo para pensar. Pero cuanto más lo pensaba, una mayor incomodidad se cernía sobre ella. Cuando él había alcanzado su cuello y se lo lamía, y besaba su pequeña oreja, y se la metía en la boca y se la ensalivaba succionando hacia dentro, provocándole un tirante y sostenido latigazo, erizado, como si se la fuera a tragar entera, como si le fuera a sorber el seso, como si estuviera desatascándole el deseo, acumulado por largo tiempo en las cañerías, ella se desatornillaba de él, se arrastraba hacia otro lado, se daba la vuelta y se apartaba, como un niño inquieto que buscase la huida de un abrazo agobiante.
Obviamente, él no estaba enamorado de ella, y al mismo tiempo era imposible que ella lo pudiera enamorar. Sin más futuro que el insignificante margen de unas horas, no tenía sentido embarcarse en aquella aventura. Salvo ofrecerle un placer sexual para el que no estaba entregada, ¿qué le podía enseñar un chico guapo y mimado? "
Lucia Etxebarria. “La Estirpe de Saturno”
“…La gente se engancha a cualquier cosa cuando no sabe estar a gusto consigo misma. Se engancha al alcohol, o a los porros, o a la coca, o a los chats, o a las blogs, con tal de no quedarse a solas con una persona que no soportan: la que llevan dentro. De ahí que tantos busquen como locos una manera de salir de sí mismos, de escapar a esa desbandada de ideas que se persiguen unas a otras, en pandemónium, por la cabeza y que amenazan con volverte loco.
La gente también se engancha al sexo.
Y eso porque, como todo el mundo sabe, el sexo puede proporcionar esta ilusión de dejar de ser. En muchos casos, da una impresión de fusión, con lo que uno cree que deja de ser uno mismo, una entidad autosuficiente, para pasar a ser parte de otro. Y en otros casos hace que uno sienta que abandona el propio cuerpo, que trasciende a otra dimensión. Especialmente, todos los que han practicado el sadomasoquismo insisten en este fenómeno, en ese perderse en el vértigo del instinto, en el hecho de que experimentaban una especie de escisión, una salida de sí. Quizá porque delegaban la responsabilidad de sí mismos en otro, el que ejercía de amo o ama, que era el que tomaba las riendas. Otra explicación que se baraja a menudo tiene que ver con la neurología: al parecer, las terminales nerviosas que nos hacen experimentar dolor y placer son las mismas y en momentos de excitación intensa estas sensaciones se confunden, de la misma manera que llegamos a confundir el frío y el calor extremos, y nos parece a veces que el hielo quema. Por eso hay quien se levanta después de una apasionada noche de amor con el cuerpo cubierto de moratones y no recuerda ni cómo se los hizo, porque experimentó placer en lugar del dolor que habría sentido si los golpes los hubiera recibido en una pelea en lugar de en el transcurso de un lance amoroso. Y por eso cuando se juega a alternar el dolor y el placer hay quien entra en una especie de trance muy parecido al del consumo de una droga, y puede escuchar por fin, con claridad meridiana, la voz precisa del silencio. Pues bien, yo he vivido eso…”
Este relato pertenece al libro "Lo que los hombres no saben. El sexo contado por las mujeres de Lucia Etxebarría VVAA autoras."
Un libro sobre sexo y más sexo.
Una obra dividida en varios cuentos que aborda la sexualidad femenina. El hilo argumental del libro será conducido por Lucía Etxebarria. En la línea de Ya no sufro por amor (publicado en MR), nos encontramos en esta ocasión frente a un libro que plantea un estudio directo y sin tapujos del complejo mundo de la sexualidad femenina. El hilo conductor serán los relatos eróticos de varias autoras (Silvia Grijalba, Eugenia Rico, Marta Sanz, Lola Beccaria, Espido Freire, Andrea Menéndez Faya, Cecele, Inma Turbau, Silvia Uslé, Maria Frisa y Coché Echarren) comentados por Lucía Etxebarría.
El libro se presentó el pasado 18 de abril, y aprovechando que es el día mundial del libro he querido daros una refencia de una autora, que desde mi punto de vista, sabe tocar con un lenguaje directo y renovador, sin dejar de ser poético y que en ocasiones te hace decir: " cuánta razón tiene", los temas de nuestra actualidad.
Os copio otro de los relatos, la sensualidad y el erotismo están servidos en bandeja. Al guna vez os copiaré otros, me servirán cuando no tenga ideas para escribir.
Lola Beccaria. “Déjate Hacer”
“…Lo cierto es que su cuerpo vibraba, aferrada a aquel potente remo humano. Caminaba erguida, y los brazos se le tensaban solos, en un imperceptible movimiento desde la clavícula hacia afuera; aquel alegre arqueado estiraba la piel de forma que hacía brillar sus hombros desnudos con juvenil apariencia. Y cuanto más vibraba la cuerda ósea y muscular, más se hacía presente la sustancia física de que estaba compuesta. Sentía el roce de la ropa, las gomas de su breve tanga se clavaban en la fisura de sus nalgas, y la tela se le había colado en el estrecho canal de la entrepierna; aquel triángulo prieto le presionaba en mitad del pubis a cada paso que daba y la hacía estremecerse poseída por un aliento oculto, íntimo.
Tras la euforia de la desfachatez en público, que la embriagaba y la había empujado a invitarlo a subir a su casa al término de la cena, la congoja de estar a solas con él.
Una vez arriba, había empezado el baile sin mediar palabra. Él abrazaba, besaba, intentaba desabrochar o desnudar sin éxito, acariciaba con ordenado mimo las partes de su cuerpo al descubierto. Ella se revolvía, sin saber por qué. No era una resistencia activa, sino un arrastre mental, la demora del no convencimiento íntegro. De pronto se reía sin saber qué hacer, intentando darse tiempo para pensar. Pero cuanto más lo pensaba, una mayor incomodidad se cernía sobre ella. Cuando él había alcanzado su cuello y se lo lamía, y besaba su pequeña oreja, y se la metía en la boca y se la ensalivaba succionando hacia dentro, provocándole un tirante y sostenido latigazo, erizado, como si se la fuera a tragar entera, como si le fuera a sorber el seso, como si estuviera desatascándole el deseo, acumulado por largo tiempo en las cañerías, ella se desatornillaba de él, se arrastraba hacia otro lado, se daba la vuelta y se apartaba, como un niño inquieto que buscase la huida de un abrazo agobiante.
Obviamente, él no estaba enamorado de ella, y al mismo tiempo era imposible que ella lo pudiera enamorar. Sin más futuro que el insignificante margen de unas horas, no tenía sentido embarcarse en aquella aventura. Salvo ofrecerle un placer sexual para el que no estaba entregada, ¿qué le podía enseñar un chico guapo y mimado? "
1 comentario:
Llevo desde las nueve menos cuarto de la mañana indagando en tu blog, aparte de desayunando, escribiendo en mi pequeña libreta frases del libro que tengo entre manos, y tengo que terminarmelo hoy antes de que cierren la biblioteca. ¿como te encontré? muy facil..buscando en google una frase del fragmento de Lucia Etxebarria, exacto, el mismo que tu tienes..y es que me ha llamado tantísimo la atención el comienzo de 'La estirpe de Saturno', que no he podido evitar no plasmarlo en mi espacio de Windows. Pero he seguido observando y leyendote, sin pasar inadvertida, me atreví a dejarte este coment, además que eres manchega como yo jejeje. Volveré a pasar por aquí, si coincido.
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